Corporaciones transnacionales

Una de las principales características de la globalización es el crecimiento, fortaleza e influencia política, económica y social de las empresas o corporaciones transnacionales.

¿Qué son las corporaciones transnacionales? Según la UNCTAD (Conferencia Internacional de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo), se consideran como empresas o corporaciones transnacionales aquellas «que comprenden entidades en más de un país y que funcionan bajo un sistema de toma de decisiones que permite políticas coherentes y una estrategia común. Las entidades están tan estrechamente relacionadas, por el tipo de propiedad o por otros vínculos, que una o más de una pueden ser capaces de ejercer una influencia significativa sobre el resto, y, en particular, pueden compartir conocimientos, recursos y responsabilidades con las otras».

En resumen, las transnacionales son empresas con sede en un estado (normalmente de un país del centro), y que tienen presencia y operan en múltiples países. Legalmente, las empresas transnacionales están sujetas a las leyes del país donde está registrada la empresa matriz y a las leyes de los países donde realizan inversiones.

Los países de la periferia son ideales para situar las factorías (donde se produce la mercancía), ya que ofrecen a las corporaciones grandes ventajas fiscales y las empresas sacan provecho de los bajos costes salariales, la debilidad de los sindicatos y una legislación laboral y medioambiental deficiente o que se incumple con impunidad.

El número de empresas o corporaciones transnacionales se ha multiplicado espectacularmente en las últimas décadas. De ser 7.000 empresas transnacionales en 1970, llegaron a ser 63.000 en 2013.

Su incremento en número también ha implicado un incremento del espacio económico en el que desarrollan sus actividades. Entre los factores que explican este rápido crecimiento se encuentran los avances tecnológicos en las telecomunicaciones y los transportes.

Una de las características de las transnacionales es el poder que tienen. De hecho, estudios recientes han llegado a reconocer la creciente importancia de las transnacionales en la generación de excedentes (tanto positivos como negativos) tanto en los países como en las regiones donde se instalan.

La capacidad de acción y presión de las corporaciones (con presencia en todo el mundo, sin que las fronteras sean un obstáculo) supera ampliamente el alcance que tienen los estados para ordenar, regular o fiscalizar sus actuaciones. De hecho, el poder de las corporaciones (su capacidad de movilizar recursos económicos y financieros, el mercado laboral y los mercados de producción y distribución de mercancías, y su influencia política y geoestratégica) es tal que, en muchas ocasiones, restan poder a los estados.

Según se recoge en el informe de la UNCTAD de 2012, durante el 2011, las empresas transnacionales han visto crecer su producción internacional a niveles récord, así como sus beneficios. Pero, como contrapartida, las transnacionales no invierten la liquidez disponible, debido, según se explica en el informe, a la volatilidad de la situación financiera.

La manera de trabajar de muchas de las corporaciones transnacionales se basa en lo que se conoce como partición de la cadena de valor, es decir, que los procesos de producción se localizan en diferentes partes del mundo. Así, una compañía puede disponer de centros administrativos en Europa o en Estados Unidos, el centro de innovación tecnológica en Asia (India, Corea del Sur), los centros de producción en América Latina o Asia y los espacios de venta, otra vez, en Europa o Estados Unidos. Con un ejemplo se puede captar la idea. En los centros comerciales vemos tiendas de marcas como H&M o Zara (son espacios de venta), la ropa que venden proviene (sólo es necesario mirarlo) de las factorías instaladas en China, Bangladesh, Vietnam, México,… y las distribuidoras y los principales centros administrativos se encuentran en Europa o Estados Unidos.

La competencia entre estos tipos de empresas y otros es desigual. Las empresas transnacionales compran y venden a sus propias empresas en diferentes países (comercio intrafirma). Además, gracias al capital que tienen, pueden moverse de un país a otro sin problemas cuando las cargas tributarias, los sindicatos o las exigencias de cumplimiento de reglamentos gubernamentales (como los medioambientales o los antimonopolio) se convierten en un «problema» para sus intereses. También influyen en la política local de los países periféricos donde están presentes ya que éstos son dependientes económicamente de las inversiones extranjeras directas.

Las políticas laborales, medioambientales, de injerencia en las políticas públicas de los estados e, incluso, corrupción han sido denunciadas y documentadas por ONGs y comunidades locales. En respuesta a estas movilizaciones y la labor de presión realizada en numerosos espacios y foros internacionales, se han creado instrumentos de eficacia variable para «controlar» la acción de las transnacionales.

Desde la sociedad civil y ONGs se han creado observatorios de las empresas transnacionales, que realizan tareas de presión, vigilancia y denuncia de aquellos casos en los que hay una violación de los derechos humanos, laborales, medioambientales,…

Por otro lado, las transnacionales han contraatacado con lo que se conoce como «responsabilidad social empresarial» (RSE), que culmina con el Pacto Global (también conocido como Global Compact) de la ONU y con el concepto «ciudadanía global corporativa».

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